Ya
hemos visto cómo hasta hace poco tiempo, el soporte de la vida urbana de
relación, de juego de los niños y de convivencia era la calle, tanto en las
ciudades grandes como en las pequeñas, especialmente en nuestro clima
mediterráneo, y cómo esto ya no es posible a causa de la motorización y
contaminación, a la que se han unido otros factores como el importante
deterioro del espacio público urbano o los problemas derivados de la falta de
seguridad y confianza que existe en las grandes ciudades, en especial en
ciertos barrios y parques, colonizados materialmente por poblaciones peligrosas
o de difícil convivencia, que han influido muy negativamente en el interés de
la gente por su utilización.
“...el soporte de la vida urbana de relación, de juego de los niños y de convivencia era la calle...” |
De otra
parte, ya hemos visto cómo la oferta primitiva de los parques se quedaba escasa
para atender las necesidades de una nueva forma de vida urbana y de entender el
consumo del tiempo libre.
Ambos
grupos de factores y circunstancias, en distinta proporción según los
casos, han sido determinantes en la
concepción de las zonas verdes de las últimas décadas. De una parte, los
parques y jardines, como concepto, han pretendido contrarrestar en nuestra
cultura moderna los efectos psicológicos negativos de un desarrollo urbano
inadecuado; se ha favorecido, en ambientes públicos y privados, la creación de
lugares despropósitos de otra función que la de compensar los efectos negativos de la ciudad, se han creado
espacios “anticiudad”, incluso en lugares donde este carácter de ciudad un
tanto agresivo no estaba muy desarrollado; la zona verde aparece como elemento
terapéutico corrector, en la medida que su razón de ser no es otra que la de
compensar los excesos de la urbe. De otra parte y frente a esta concepción,
aparece la zona verde como espacio libre de uso público, de relación y
multifuncional, asiento de numerosos y variados equipamientos -
lúdico-recreativos, deportivos, sociales, culturales, etc. - que prestan servicios a los usuarios.
Los
dos conceptos conviven, en distinta proporción, a veces juntos y a veces en
áreas separadas. El modelo de zona verde no es nuevo, podemos decir que arranca
en los primeros parques, pero su evolución ha sido notable en los últimos años:
de una parte por la cantidad y variedad de equipamientos y servicios que se han
ido incorporando a nuestra vida, y de otra por las nuevas formas de crear
espacios y ambientes, de acuerdo con las nuevas tendencias de cada momento. Con
todo, el mayor cambio se ha producido a consecuencia de la nueva dimensión e
importancia que han adquirido las zonas verdes en nuestra moderna cultura
urbana.
Lamentablemente
esta notable evolución, más bien incremento, ha hecho desaparecer en alguna
medida las primigenias funciones de los parques y jardines, que tenían que ver
con el sosiego, contemplación del paisaje, meditación, comunicación sensorial
con el entorno... es decir, con el cultivo del alma y el espíritu, que, desde nuestro punto de vista,
consideramos fundamentales e inseparables del concepto parque o jardín (no
tenemos más que volver a las palabras de Jellicoe citadas en la entrada anterior) al menos no han prosperado mucho y, desde luego, no en
todas partes se encuentran. Desarrollos inadecuados, masificación y, sobre
todo, una falta de consideración hacia esas nobles funciones en el proyecto,
pueden apuntarse como las causas principales de estos hechos, que calificamos
de lamentables, ya que desproveen a la zona verde de su activo más importante.
Esta
pérdida de afinidad con los valores trascendentes de los parques, por algunos
podría interpretarse como una pérdida del contacto con la naturaleza y
justificar su ausencia ante la falta de ésta en muchos ambientes urbanos, pero no es así. Los parques y jardines, las
zonas verdes en general, en ningún momento han representado la historia de las
relaciones estéticas, ambientales y sentimentales del hombre con la naturaleza,
a pesar de la pretendida afinidad de algunos jardines con ella; sí representan,
en cambio, la historia de unas importantes, profundas y trascendentes
relaciones variadas y personales a lo largo de los tiempos.
Los
actuales no han hecho más que acrecentar la necesidad de estas relaciones que
hoy se sienten de manera colectiva, aunque nacen de una necesidad personal de
cada usuario: la que tiene de encontrase consigo mismo, de relacionarse con un
medio sensitivo, con otras personas como parte de ese medio, de habitar
escenarios sugerentes...
Objetivamente
los parques y jardines, como elementos construidos pueden destinarse al logro
de muy variados objetivos, a la satisfacción de distintas necesidades,
funcionales, ambientales y sociales, pero también subjetivamente, cada
individuo, dependiendo de sus capacidades, será capaz de obtener muy diversas
rentas de su utilización.
Esta
última renta es para nosotros la más importante y buscada en cada proyecto, de
aquí nuestra preocupación por el individuo y sus reacciones como usuario cuando
proyectamos.
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