El
proyecto de adecuación de un determinado espacio para parque se realiza en
primera instancia, por lo regular, para satisfacer determinadas necesidades,
funcionales, materiales, de prestigio, oportunidad política... generalmente
una mezcla de ellas. Logrado este objetivo el nuevo espacio construido es
aceptado por la gente que lo utiliza sin ningún rechazo, pues cumple los fines
pretendidos y obtiene de su utilización una rentabilidad directa: el pavimento
es más liso y con pendientes menos acusadas, las farolas dan buena luz y son de
calidad, ha mejorado mucho la seguridad... es decir el proyectista ha
cubierto satisfactoriamente las necesidades materiales y funcionales planteadas
y el parque o jardín puede decirse que funciona, al menos desde una óptica poco
exigente.
“…usuarios obtengan un importante valor añadido al uso tradicional…”
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Pues
bien, para que este lugar goce del aprecio de los usuarios, de nuestro usuario
particular, y sea de su interés, además de lo anterior, el parque o jardín, ya
sea en alguna parte o en su conjunto, tiene que permitirle experimentar algún
tipo de sensación agradable, beneficiosa para su interior, de forma que exista
un cierto atractivo y se facilite la formación de los espacios de relación y
comunicación que hemos hablado anteriormente, tan positivos para todos.
La
sola visión de una escena agradable no satisface a quien la observa si no
experimenta en su interior una sensación también agradable. Lo mismo ocurre con
otras formas de percepción, como por ejemplo la música o la utilización
confortable de cualquier espacio físico.
La comunicación es el primer paso pues favorece el entendimiento y
despierta el interés. Si la comunicación se origina y es positiva, como es
deseable, se genera un sentimiento de aprecio y de apropiación de la mayor
importancia en el resultado de lo que se ofrece, también en la persistencia y
conservación de los parques y jardines.
Los
diseños de los parques y jardines no pueden dejar indiferente al usuario, mucho
menos generar sentimientos adversos hacia lo proyectado. Conseguir el aprecio
de la obra es de la mayor importancia, no conformarse solo con la aceptación.
Conviene
tener bien diferenciados estos dos conceptos, aceptación y aprecio, ya que la
aceptación de una cosa y el aprecio que se la tiene otra bien distinta; sobre
esto me gustaría poner un ejemplo que he utilizado otras veces: Una moderna
estación de metro generalmente está bien proyectada, las escaleras tienen una
huella correcta, la barandilla es ergonómica, los pasillos y andenes están bien
iluminados con pavimentos antideslizantes, limpios, se ha cuidado la sonoridad... Es aceptada por la gente que la utiliza a diario en sus movimientos sin
ningún rechazo. La estación funciona. Pues bien, para la mayoría de la gente
este lugar público no será de su interés, no gozará de su aprecio; lo más
probable porque no comunica nada que permita sentir algo positivo, favorable.
La gente en sus ratos libres no acude a una estación de metro.
“...el
parque o jardín debe permitir experimentar algún tipo de sensación agradable...”
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Bien
distinto puede ser el resultado de un espacio que, además de dar satisfacción a
las necesidades materiales y funcionales de los usuarios, para las que ha sido
diseñado, sin presentar un aspecto desaliñado ni sucio que incite al rechazo,
sea capaz de transmitir a la gente que lo usa – a cierta gente al menos – un
sentimiento emocional positivo.
Es
preciso que los profesionales del diseño tengan muy presente que en el conjunto
de utilidades que se piensan para los parques y jardines – que son muchas y
variadas – siempre se tenga en cuenta la componente emocional, y que esté muy
cuidada tanto en el proyecto como en la ejecución de la obra, para que los
usuarios obtengan un importante valor añadido al uso tradicional del parque o
jardín, teniendo muy presente que esta
cualidad - más bien conjunto de cualidades – para un grupo muy numeroso de
usuarios es la primera y principal que se demanda, siendo en muchos momentos la
única que se busca.
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