Siguiendo la serie sobre el Proyecto de Zona Verde Pública vamos a tratar sobre la actitud frente al proyecto de zonas verdes, en concreto la motivación del proyectista.
La motivación del Proyectista
La
primera condición para hacer bien una cosa es querer hacerla bien.
El
diseño de parques y jardines, por todo lo que iremos viendo, no puede hacerse a
medias y por ello sin una clara motivación que lleve al proyectista a
entregarse plenamente a la tarea.
Volveremos
más adelante sobre este importante tema al tratar acerca del proceso creativo, pero es
importante adquirir desde este momento inicial conciencia de esta necesidad de
motivación, sin la cual, como artistas que somos en el diseño, no seríamos
capaces de producir nada interesante.
Nos
apoyaremos en cualquier pensamiento teórico, en vivencias anteriores, en cosas
que hemos visto, etc., pero lo cierto es que, siempre con los pies en el suelo,
tenemos que llegar a ver la obra antes de proyectarla y sentirnos inmersos en
ella.
Trazas de una ciudad romana |
Es
necesario que entendamos que el proyectista de parques y jardines ha de poseer
un dominio pleno de la representación mental de proyecto. Ha de ser capaz de
recrear en su fantasía la imagen ideal de la obra, sentirse usuario y al tiempo
observador de los otros usuarios, visualizar los cambios de estaciones y la incidencia
de los ambientes que rodean la obra, y su caminar en el tiempo. Sólo cuando el
parque o jardín haya adquirido suma perfección en ésta, su recreación, puede
atreverse a darle forma a través del diseño.
Trazas de un parque urbano |
Lo
anterior tiene su fundamento en la carga de uso de los parques y jardines, que
nunca hay que dejar de lado, en definitiva el compromiso a que se verá obligado
el usuario con la escena que le estamos preparando. Por ello la visión
anticipada de la obra como usuario es importante; como un usuario normal, sin ningún
prejuicio (mucho menos como usuario autor del proyecto), abierto a todo cuanto
exista en ese ambiente idealizado pero posible, intentando confundirse con la
gente, asumiendo su nivel cultural y posibilidades.
Solo
con un cierto estado de ánimo y, por supuesto, con los necesarios conocimientos,
es posible lograr una realización que
llegue a comunicar emocionalmente con el usuario, como es lógico, de forma satisfactoria.
Solemos
decir que: “Los proyectos que no tienen detrás una idea fuerte, motivadora de
un sentimiento profundo en quien diseña, y no responden a una utilidad, mezcla
de satisfacciones materiales y espirituales, suelen ser un fracaso”.
Esta afirmación cobra todo su significado en los proyectos de zonas
verdes y espacios libres urbanos, donde el proyectista tiene que obtener,
convencido de ellos, un espacio nuevo, abstracto o concreto, público o íntimo,
funcional, utilitario o espiritual, que responda a un cúmulo indeterminado de
satisfacciones personales de quienes los visitan y utilizan, y que, además de
ello, se integre de una forma convencional o atrevida en el ambiente urbano.
Ya se comprende que estas bases de partida,
absolutamente incompletas, ponen en la mano del proyectista todas las armas que
uno pueda imaginarse, con las que conquistar el objetivo por él mismo
planteado.
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