La
primera función que se le atribuye al suelo en el proyecto es la de campo de
trabajo de la actividad creativa del proyectista. Sus peculiaridades, en unión
de otros factores, servirán para
conformar un escenario y marco adecuado a los fines del proyecto. Aspectos tales
como forma, topografía, color, textura, morfología del roquedo, orientación,
soleamiento, vistas... constituyen elementos que el proyectista deberá
descubrir y valorar, tomándose el tiempo necesario.
A
nuestro modo de ver, y actuar, esta valoración, habida cuenta de lo numerosos
que son los componentes o elementos que conforman un determinado terreno, ha de
hacerse en primera instancia bajo una visión general, que nos permita algún
esbozo de solución, para después profundizar en los aspectos de mayor peso y
trascendencia.
Existen programas informáticos que nos ayudan en estas labores de modificación de la topografía.
El reconocimiento a pie, de forma detenida, captando las influencias del lugar, en varios momentos del día, si se puede en distintas estaciones, es absolutamente necesario.
De
lo anterior resulta, por lo regular, una propuesta de cambio de algunas cosas
que no encajan bien en los planteamientos. Surge la necesidad de la
remodelación topográfica, operación que, además de por el diseño, por lo
general su razón de ser, estará influenciada por otros muchos aspectos y
elementos del propio terreno o a introducir con el proyecto; también por los
fines y objetivos.
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